Están quienes no inquietan la superficie calma de una laguna de montaña y trascurren sin dejar siquiera la onda que aun la más leve brisa sí que inscribe en aguas muertas. De éstos hay inútiles legiones. Se mueven por las calles, van a sus trabajos, ven la televisión en sus casas. Pero no viven, porque nada cambia con su presencia. Ni con su ausencia.
Y están quienes tienen la facultad de perturbarnos incluso cuando duermen. Son los elegidos que alteran el curso de las horas con su sólo suspiro. Los que trastornan los corazones ajenos apenas con el guiño involuntario de sus ojos. Escasos son éstos como escasa es la probabilidad de ser eternos.
Yo que tuve la inmerecida fortuna de coincidir en las latitudes y las horas reventadas de significados de alguno de estos prestigiadores de la existencia, incomprensible, arcanamente a veces recibí la iluminación de saber reconocerlos por sus obras, bien que inalcanzables como los sueños de Héctor o las palabras de Epicuro.
Venga hoy a este refugio almenado de mis soledades una muestra de las perturbaciones que provoca en la belleza de la existencia uno de los Tripulantes Heterodoxos que en la singladura de mi vida acostumbra a ciar con el nombre de Julio Castelló.

Y están quienes tienen la facultad de perturbarnos incluso cuando duermen. Son los elegidos que alteran el curso de las horas con su sólo suspiro. Los que trastornan los corazones ajenos apenas con el guiño involuntario de sus ojos. Escasos son éstos como escasa es la probabilidad de ser eternos.
Yo que tuve la inmerecida fortuna de coincidir en las latitudes y las horas reventadas de significados de alguno de estos prestigiadores de la existencia, incomprensible, arcanamente a veces recibí la iluminación de saber reconocerlos por sus obras, bien que inalcanzables como los sueños de Héctor o las palabras de Epicuro.
Venga hoy a este refugio almenado de mis soledades una muestra de las perturbaciones que provoca en la belleza de la existencia uno de los Tripulantes Heterodoxos que en la singladura de mi vida acostumbra a ciar con el nombre de Julio Castelló.

A menudo jugarse la vida es tan sencillo
como observar la lluvia amar la luz
y abandonar cualquier vana esperanza
(en un arcén)
1 comentario:
No tengo palabras...
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