Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

13 julio 2012

José Martí: libertador, poeta

Pienso, no sin un importante poso de melancolía, que una gran parte de la poesía que se lee en nuestros días en España está fatalmente influida por la dictadura del pensamiento blando, el rechazo a todo esfuerzo intelectual, tanto por parte del escritor como por parte del lector.
Tras la famosa diatriba entre la Poesía de la Experiencia y la Poesía de la Diferencia y sus secuelas, tengo la impresión de que se impone la Poesía de la Ocurrencia. Y lo hace en cada una de las dos corrientes que he señalado antes. Por un lado, los ocurrentes experienciales hacen poemas con especie de anécdotas muy menores o con chistes. Por delante y por detrás de la ocurrencia (generalmente infantil) colocan unos cuantos hemistiquios y lo denominan poema.

Por otro lado, los ocurrentes diferenciales hacen sus versos con una incomprensible chilindrina lo más epigramática posible y también acaban llamándolo poema.

Lo uno suele ser un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad y lo otro un creer que todos los demás somos tontos de capirote y no reconocemos la estafa versificada.

No reivindico, en absoluto, la abstrusividad (perdón por el neologismo) del gongorismo pero sí que reclamo el debido reconocimiento y admiración a aquellos poetas que han impuesto su saber hacer al impulso relampagueante de la primera idea.

Pienso en esos momentos en Leopardi (…Ben mille volte / fortunato colui che la caduca / virtú del caro immaginar non perde / per volger d’anni…), o en Martí, poeta éste demasiado olvidado. Leopardi aún se ha salvado de la desmemoria con recientes ediciones, si no de su poesía, sí de sus reflexiones y pensamientos (Zibaldone… “Resulta curioso observar que casi todo los hombres que valen mucho son de maneras sencillas; y que casi siempre las maneras sencillas se toman por indicio de poca valía”), pero Martí está relegado injustamente al mausoleo de la nada. Acusado de un supuesto formalismo sin mensaje. Nada más lejos de la realidad.

Martí es un poeta esencial que en sus escasísimos cuarenta y dos años de existencia vivió con inusitado entusiasmo, con la vehemencia de quien destila la experiencia vital a cada segundo para crecer en sí mismo. Pero que además tiene el don de la palabra y es capaz de trasformar su personal peripecia en trascendencia común. Y por si fuera poco lo hace con una belleza cuya contundencia precisa del lector un decidido esfuerzo de concentración para extraer como en una alquitara todo el destilado tuétano de la verdad de Martí.

Tal vez algunos jóvenes y no tan jóvenes lectores se sientan rechazados por la rima de Martí. Pero la rima a los más los domina y los lleva por donde ella quiere. Y sólo los verdaderos poetas, como Martí, se sirven de la rima, sin dejar que ésta escriba por sí misma los hemistiquios, para crear la forma exacta en la que el significado del poeta se acomoda con la perfección del agua por el cauce que va creando a su propio paso, con su propio fluir.

Poeta integral Martí (y tanto, que hasta escribía cartas completamente rimadas a Enrique Estrázulas, a Néstor Ponce de León…), poeta, digo, sin duda, pero se negó a oficiar sólo de versificador, ajeno a las realidades, ajeno a la vida que está al otro lado de la ficción, al otro lado de la emoción. Sí, también en esa diferente latitud de la existencia humana donde la esencia de las cosas transforma no sólo la vida de un hombre, sino la existencia de todos los seres humanos, es donde habitó Martí por voluntad propia, sacrificando en muchas noches su verso a su acción. Martí: luchador, libertador, filósofo, republicano, político, guerrero revolucionario que murió a caballo en medio de una batalla que no por perdida en ese momento dejó de ser la contienda que el hombre ha ganado siempre a la historia.

He aquí, pues, otro de mis libros de cabecera que deseo compartir con quien esté al otro lado de la orfandad de estas palabras.

Os dejo aquí con una selección muy breve de los poemas de José Martí. Salud.


MIS VERSOS

Éstos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol se rompe en alas.

Tajos son estos de mis propias entrañas, -mis guerreros-. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.

No zurcí de éste y aquél, sino sajé en mí mismo…


(Prologa así el mismo Martí sus “Versos libres”, del mismo modo que cuando publica sus “Versos sencillos” nos confiesa):

“Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispano-americanos (Primera Conferencia Internacional Americana, 1889)…

¿Por qué se publica esta sencillez, escrita como jugando, y no mis encrespados VERSOS LIBRES, mis endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor doloroso a la hermosura…

Se imprimen estos versos… porque amo la sencillez, y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras”.


VERSOS LIBRES (1878-1882)

“A los 25 años de mi vida escribí estos versos; hoy tengo cuarenta; se ha de escribir viviendo, con la expresión sincera del pensamiento libre, para renovar la forma poética.”

POLLICE VERSO (Fragmento)


…Y yo pasé, sereno entre los viles,
Cual si en mis manos, como en ruego juntas,
Las anchas alas púdicas, abriese
Una paloma blanca. Y aún me aterro
De ver con el recuerdo lo que he visto
Una vez con mis ojos. Y espantado,
¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga!...


CRIN HIRSUTA

¿Que como crin hirsuta de espantado
caballo que en los troncos secos mira
garras y dientes de tremendo lobo,
mi destrozado verso se levanta?...
Sí, pero ¡se levanta! A la manera,
como cuando el puñal se hunde en el cuello
de la res, sube al cielo hilo de sangre.
Sólo el amor engendra melodías.


BANQUETE DE TIRANOS

Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propios inflados, y hechos todos,
Todos del pelo al pie, de garra y diente;
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
Y plantas insectívoras y pura
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres de unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran
Y perfumen su diente los glotones,
Tal como el hierro frío en las entrañas
De la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos,
Donde se sirven hombres: y esos viles
Que a los tiranos aman, diligentes
Cerebro y corazón de hombres devoran:
Pero cuando la mano ensangrentada
Hunden en el manjar, del mártir muerto
Surge una luz que les aterra, flores
Grandes como una cruz súbito surgen
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas los tiranos.

Los que se aman a sí, los que la augusta
Razón a su avaricia y gula ponen:
Los que no ostentan en la frente honrada
Ese cinto de luz que en el yugo funde
Como el inmenso sol en ascuas quiebra
Los astros que a su seno se abalanzan:
Los que no llevan del decoro humano
Ornado el sano pecho: los menores
Y los segundones de la vida, sólo
A su goce ruin y medro atentos
Y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
Jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
Hágase... clávalos, clávalos
En el horcón más alto del camino
Por la mitad de la villana frente.
A la grandiosa humanidad traidores,
Como implacable obrero
Que un féretro de bronce clavetea,
Los que contigo
Se parten la nación a dentelladas.


ENVILECE, DEVORA…

Envilece, devora, enferma, embriaga
La vida de ciudad: se come el ruido,
Como un corcel la yerba, la poesía.
Estréchanse en las casas la apretada
Gente, como un cadáver en su nicho:
Y con penoso paso por las calles
Pardas, se arrastran hombres y mujeres
Tal como sobre el fango los insectos,
Secos, airados, pálidos, canijos.

Cuando los ojos, del astral palacio
De su interior, a la ciudad convierte
El alma heroica, no en batallas grandes
Piensa, ni en templos cóncavos, ni en lides
De la palabra centelleante: piensa
En abrazar, como un haz, los pobres
Y adonde el aire es puro, y el sol claro
Y el corazón no es vil, volar con ellos.


SÓLO EL AFÁN….

Sólo el afán de un náufrago podría,
Compararse a mi afán:
Lejos el cielo y hondo el mar;   [… ] 
A un alma sin amor, que en el tumulto
De rostro en rostro, por su tarda amante
En vano inquiere, y lívida jadea:
¡Yo sé, madres sin hijos, la tortura
De vuestro corazón! ¡Yo sé del triste
Sediento, y del hambriento, y del que lleva
Un muerto en las entrañas! Asgo el aire,
Suplico en alta voz, desesperado
Gimo, a la sorda sombra pido un beso:
De mí no sé. Me olvido. Me recoge
La desesperación: y entre los brazos
Del hambre, a tanto el plato, me despierto!

                  Yo sé que de las rosas
Holladas al morir brota un gemido:
Yo he visto el alma pálida que surge
De la yerba que troncha el casco duro
Cual lágrima con alas: yo padezco
De aquel dolor del agua cristalina
Que el sol ardiente desdeñoso seca.
Sé de mis náuseas mortales y el deseo
De vaciar de una vez el pecho ansioso,
Como en la mesa el bebedor cansado
Vuelca la copa del inútil vino.


POR DIOS QUE CANSA

Por Dios que cansa
Tanto poetín que su dolor de hormiga
Al Universo incalculable cuenta.—
¿Qué al mar, qué a los pilares de alabastro
Que sustentan la tierra, qué a las cumbres
Que echan el hombre al cielo, qué a la mole
Azul que enrubia el Sol, qué al orbe puro
Donde se extingue en pensamiento el hombre
Y el mundo acaba, acrisolado, en ala,
Qué al festín de los astros doler puede
Que porque a Francisquín prefiere Antonia
Un recio Capitán, Francisco, llore?
¿Que engaña Antonia? ¡Antonia siempre engaña!
¡A trabajar! a iluminar! piqueta
Y pilón, astro y llama, y obelisco
De fuego, y guía al Sol, el verso sea!
Ya las mieles de amor llegan al cuello.
Con la mujer del brazo, ámese al hombre.
Quien pida amor ha de inspirar respeto.
Y si una pena bárbara, ceñuda,
Y vasta como el mar, te invade y come,
Muere, muere en silencio, como muere,
Sorbida por el mar, una montaña.



TODO SOY CANAS YA…

Todo soy canas ya, y aún no he sabido
Colmar mi corazón: como una copa
Sin vino, o cráneo [........], rechazo
La beldad insensata;–y el sentido
Ay! no lo es sin la beldad! El sumo
Sentido es la beldad: ¿en qué soñadas
Cárceles, nubes, rosas, joyas vive
La que me rinda el corazón y dome
Con doble encanto mi ansia de hermosura?
Con su bondad me obliga la que en vano
Quiere mi mente acompañar: la astuta
Que con ágil belleza y luces de oro
Llega volando, y en mis labios secos
Bebe la última miel, y en mis entrañas
Con el ala triunfante se abre un nido,–
Antes que el sol que me la trajo abroche
Su cinto rojo al mundo, antes que muera
El insecto que vive sólo un día,
Ya me enseñó la máscara, y la horrenda
Desnudez y flacura de los huesos.
Como vapor, como visión, como humo
Ya la beldad de las mujeres miro.
Velos de carne que el tablado esconden
Donde siega cabezas el verdugo
O al más alto postor, cual bestias en cueros
Vende el rematador la mercancía.
Feria es el mundo: aquella en blando encaje
Como un cesto de perlas recogidas;
Aquélla en sus cojines reclinada
Como un zafiro entre ópalos; aquélla
Donde el genio sublime resplandece
En el alma inmoral, cual vaga el fuego
Fatuo entre las hediondas sepulturas,
Ni fuego son, ni encaje, ni zafiro
Sino piara de cerdos.

¡Flor oscura,
A ti, para morir, el alma ansiosa
Tras sus jornadas negras se encamina!
Tú no te pintas, flor del campo, el rostro
Ni el corazón: no sepas, ay, no sepas
Que no aplacas mi sed, pero tu seno
Honrado es sólo de ampararme digno.
Mancha el vicio al poeta, o la locura
De amar lo vil: con la coraza entera
Ha de morir el hombre: me lastima
Ya la coraza!: endulza, novia, endulza
El dolor de dejarte: luego, luego
Será el festín: no ves que donde muere
El hueso nace el ala?: tú de estrellas
Sabes y de la muerte: tú en las ruinas
Reinas, flor de bondad, dulce señora
Del páramo candente, o el fragoso
Campo de lava en que el jardín expira!
En las luchas de amor las palmas rindo
A la virtud constante y silenciosa.


DE FORMA EN FORMA…

De forma en forma, y de astro en astro vengo;
viejo nací:  ¿Quién soy?  Lo sé.  Soy todo:
El animal y el hombre, el árbol preso
y el pájaro volante:  Evangelista
y bestia soy:  Me place el sacrificio
más que el gozo común:  con esto sólo
sé ya quién soy:  ya siendo do mi mano
ceder las puertas fúlgidas del cielo.


LA POESÍA ES SAGRADA

La poesía es sagrada. Nadie
De otro la tome, sino en sí. Ni nadie
Como a esclava infeliz que el llanto enjuga
Para acudir a su inclemente dueña,
La llame a voluntad: que vendrá entonces
Pálida y sin amor, como una esclava.
Con desmayadas manos el cabello
Peinará a su Señora: en alta torre,
Como pieza de gran repostería,
Le apretará las trenzas; o con viles
Rizados cubrirá la noble frente
Por donde el alma su honradez enseña;
O lo atará mejor, mostrando el cuello,
Sin otro adorno, en un discreto nudo.
¡Mas mientras la infeliz peina a la dama,
Su triste corazón, cual ave roja
De alas heridas, estará temblando
Lejos ¡ay! en el pecho de su amante,
Como en invierno un pájaro en su nido.
¡Maldiga Dios a dueños y tiranos
Que hacen andar los cuerpos sin ventura
Por do no pueden ir los corazones!


VERSOS SENCILLOS (1891)

POESÍA I

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez - en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: - cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, - es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.-
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

POESÍA XLVI

Vierte, corazón, tu pena
Donde no te llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.

Tú me sufres, tú aposentas
En tu regazo amorosa,
Todo mi amor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
Con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti te desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;

Porque mis penas arrojo
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,

Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte,

¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios
Adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!

Por mucho que la desmemoria haya pretendido condenar al olvido a algunos de los más grandes y fecundos escritores que en español han escrito, en el caso de Martí será siempre más cierto que se “salvaron los dos”: el poema y el hombre.

(“Poesía Completa”, José Martí, dos volúmenes, Ed. Letras Cubanas, 1993)

(Fotografías de www.damisela.com)