Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

23 enero 2017

Teranga de Djilandiang

Emocionante, reconfortante… os recomiendo el espectáculo “Teranga” (el legado de los griots del Senegal) del grupo Djilandiang. Todavía puede verse los días 28 y 29 de enero y 4 y 5 de febrero en el Caixa Forum de Madrid (6 euros).
En mi último viaje a África, a Burkina Faso (tercer país más pobre del mundo según ONU), hace menos de un mes, recapacitaba sobre la miseria material, la espiritual, y otras insensateces. Y sobre cómo en distintas latitudes, donde la ausencia de todo impera a sus anchas, los hombres, mujeres y niños, responden de manera también diferente.
He tenido la desgracia de comprobar la más absoluta pobreza, por ejemplo, en el subcontinente indio, y en el continente africano. Pero en ambos lugares la relación de unos y otros habitantes ante ello es completamente distinta.
En India he visto siempre resignación, serena, ataráxica si se quiere, pero en el fondo triste, una especie de espera inactiva a que llegue el Nirvana y los redima o a que en la siguiente reencarnación les sonría la fortuna.
En los quince países africanos que he recorrido en mi vida he encontrado siempre una especie admirable y envidiable del gozo del hoy, de lo que tienen y comparten, y por supuesto hasta de lo que no tienen y también ponen en común. Regocijo por doquier en un permanente ambiente festivo y celebrante. Los que nada tienen bailan, y así al menos tienen algo, alegría. Cómo no enamorarme entonces ya desde hace un cuarto de siglo del continente africano y las lecciones de vida que me da este paisaje esencial donde el júbilo convive con la carencia absoluta de todo…
Véase la foto de Marga con un niño cuya única posesión era una cuerda atada a la cintura. Nada más verla llegar se le acercó, la cogió de las manos y se puso a bailar con ella riendo. No le pedía un caramelo, ni un boli, ni una cefa, simplemente estaba divirtiéndose con la turista inundando todo de felicidad en medio de la penuria más atroz.

En fin, si queréis tener una muestra de esa deliciosa anímica y animista visión de la existencia os recomiendo ir a ver “Teranga”.