

Parece que ya no haya otra forma de vivir dignamente en
nuestros días que rebelarse por fin sin medias tintas…
Miseria. El alquiler
no fue pagado;
y en desorden, en
medio de la vía,
aquel montón de
muebles fue tirado…
El desahucio parece
una agonía.
Llueve; y el aguacero encharca el suelo,
y moja el carro y
muebles carcomidos
revueltos con andrajos
y vestidos…hay en el carro un corazón en duelo.
Y piensa el lecho en
el amor pasado
que dio vida a dos
hijos sin ventura,creados para el hambre y la amargura…
¡Oh, del tugurio amor
desventurado!
Y parece decir con
hondo grito:
“¿Con qué derecho la
esposa malnutrida
da vida con un ósculo
a otra vida?
El amor para el pobre
es un delito.”
Bajo la lluvia cruje
el carro. El diurno
fulgor se va apagando;
arrecia el frío...Va un obrero detrás, mudo y sombrío,
adusta la mirada, y
taciturno.
Junto a él, su mujer,
de faz doliente,
y sus dos hijos, que
con hambre lloran...¿Adónde van? ¿Adónde irán?... Lo ignoran,
y el agua los azota
horrendamente.
Un gran dolor, como
protesta airada,
de los cuatro se
observa en el semblante.y parece crujir amenazante
en aquella miseria
amontonada.
Y aquel carro que obstruye la encharcada
y angosta calle, en
tanto que anochece;
esa miseria que se va,
parece
como el principio de
una barricada...
(Traducción basada en la realizada en 1925 por Ismael-Enrique
Arciniegas)
(Fotografía Ada Negri en www.siamodonne.it)
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