DE
JAVIER LOSTALÉ
EN
LA ESPADA EN EL ÁGATA,
EDITORIAL POLIBEA
(2013, 88 páginas)
Hay libros tan delicados como sus
autores. Raramente ocurre, pero cuando sucede, cuando las páginas que tenemos
en las manos y la imagen de la persona que las escribió se acoplan como Alicia
a su espejo, entonces una serena pasión se apodera de nosotros convenciéndonos
de que otro mundo es posible.
Yo termino ahora mismo de leer con unción “Quien lee vive más”,
de Javier Lostalé. Un libro, tan delicado como su creador, escrito para hacer
compañía al ser humano en esta implacable soledad que llamamos Europa. Y siento
precisamente que más que un libro leo a un hombre que dignifica las latitudes
en las que habita con su andar quedo, igual que la garza sobre el agua. Sin
provocar siquiera un onda en la superficie pero agitando deliciosa,
salvíficamente las profundidades del espíritu del lector.

Javier Lostalé nos ofrece casi una cuarentena de breves
textos, que son a su vez una cuarentena
que nos separa durante su lectura de las mortales fiebres de nuestra
civilización. Así, con sus palabras, en el fondo se acerca a todos cuantos,
lectores, sabemos que la gran literatura se encuentra en peligro de ruina y derribo.
Y los apasionados decadentes que aún rebuscamos en ella somos ya como enfermos
que recibimos los textos de Lostalé con fervor agradecido por ponerse de
nuestra parte, la parte de los que sufren sabedores de que “uno de los actos
más morales que existen, -es el mismo autor quien habla-, es estar cerca de
quien sufre…”).
Los hombres de esta sociedad inventada en beneficio de unos
pocos vivimos cada vez más años. Sí. Pero menos vida. Paradojas de lo que
llaman progreso. Y en ese paisaje algunos apenas ya alcanzamos a vivir lo que
vivimos en lo que leemos. Lo demás nos es simple ficción, hologramas de nosotros
mismos que habitan cuerpos provisionales, van puntuales al emético trabajo,
compran el pan innecesario… pura invención de quienes creemos ser.
Así podemos afrontar las horas confiando en lo que afirma
nuestro autor, que “cuando todo nos falla nos queda la lectura”, encomendados
por él a que leamos “para que nos reconozcamos y aceptemos tal cual somos y
algo se encienda dentro de nosotros que nos haga capaz de ver lo que antes no
veíamos y de generar ilusión por el mismo hecho de vivir”. Porque todo el
tiempo en el que transcurramos leyendo (y leyendo a Javier Lostalé) sabremos
que es posible sobrevivir, porque es “tiempo recibido, no tiempo restado…”.
Demasiado pronto se acaba la primera lectura de este libro
delicioso. Miro desde mi ventana las bandadas de aves dibujando flechas en el
cielo de Madrid, emigrando con obstinado entusiasmo, infatigables ante el
tiempo (miles de años llevan haciéndolo) y el espacio (miles de kilómetros sin
posarse recorren), y entonces, con las reflexiones de Javier Lostalé aún entre
mis manos frías, algo muy parecido a la armonía, a la serenidad, me permite
seguir de este lado de la ventana. Mirando, leyendo.
Si ustedes son de los que quieren aún sobrevivir, aprendan
con el imprescindible libro de Javier Lostalé que “Quien lee, vive”. Incluso
vive “más”.
Fotografía www.conoceralautor.com
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