
La belleza es una de las escasísimas formas en las que la
justicia humana se presenta en terrenal esencia.
Su efecto, la emoción, es a su vez la expresión más certera de
humanidad. Los animales no sienten esa categoría de emociones relacionadas con lo
más íntimo de la raza humana, aquellas emociones que sobrecogen al hombre y a
la mujer.
Hace años dejé de aspirar a otra clase de justicia. Renuncié
a la paz universal, me resigné a que no se respete a la naturaleza, claudiqué de
la moralidad en las relaciones entre los hombres, donde campa la corrupción.
Pero salvaguardé siempre el refugio de la belleza.
La he buscado como el náufrago el madero en medio de la
galerna. Y siempre que la he encontrado he salido a flote de las más vertiginosas
aguas que me arrastraban hacia el fondo, donde apenas la Nada residía.

Si tú eres así, miembro contrito de la comunidad de
náufragos, si tú también buscas la belleza como destino único en una existencia
por naturaleza efímera, entonces no dejes de acudir antes del 19 de abril al
teatro de la Zarzuela de Madrid a dejarte poseer por el asombro estremecedor del
espectáculo “Carmen” con los bailarines y bailarinas de la Compañía Nacional de
Danza. La dirección y coreografía de Johan Inger, indescriptible, más cercana a
las labores de los dioses de ignotos olimpos que a la de meros humanos. La
música de Bizet, Shchedrin y Marc Álvarez magistralmente entreverada entre la
modernidad y la gtradición. La delicadísima iluminación de Tom Visser
convirtiendo la escena en un paisaje de infinitos. La prodigiosa escenografía minimalista
de Curt Allen Wilmer donde puertas y espejos se convierten en personajes de la
obra. Todos y cada uno de los pasos de baile de los bailarines principales,
solistas y cuerpo de una inverosímil delicadeza. Y en fin, el trabajo y la
dedicación de todos los participantes en este espectáculo, el más bello que he
visto en mi vida, rebosan talento, esa ave en peligro de extinción cuando
tantos impostores de artistas en su penosa mediocridad han renunciado a la
creación para entregarse a la mera imitación, al impuro plagio, y ni siquiera intentando
hacer copias clónicas de lo sublime sino de lo más facilón, lo más ramplón,
pensando sólo en la nómina y no en la autenticidad.
No aquí, no. Esta “Carmen”, milagro salvífico en medio de la
ruina de nuestros tiempos, conduce a quienes embriagados la disfrutan a un
lugar donde no existen las sombras… No os lo perdáis.
(Fotos CND)