Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

20 septiembre 2017

Sutiles territorios de memoria

Vivimos una sociedad en la que la velocidad infinita y los cambios hiper-acelerados han convertido a la novedad y a la “juventud” en un valor en sí mismo, al margen éste de demostración empírica. Todo lo nuevo es bueno. Todo lo joven es mejor.
Esta tautología, sin apropiada argumentación caso a caso, se ha trasladado en el ámbito de la poesía a la infalible vaticana verdad de que sólo los poetas muy jóvenes escriben versos interesantes. Cierto es que mucha frescura bienvenida hay en algunos de estos jóvenes, pero desgraciadamente (será cosa de los tiempos rancios que vivimos) la mayoría lo que hacen es replicar cosas ya manidas hasta el sarcasmo. Que sus autores se crean muy vanguardistas con sus poemas de exabruptos y otros futurismos no demuestra otra cosa que lo poco que han leído algunos de las nuevas generaciones.
Sin embargo la realidad es renuente a las modas así que se empeña en dar sorpresas a quien intente estar si acaso un poco atento, aunque sea con un ojo avizor y el otro tuerto por las necesidades que impone esta sociedad de consumo estresante.
Perdón por este largo introito a lo que de verdad interesa, que no es otra cosa que hacer pública alabanza y reverencia al libro de poemas que acabo de degustar, cuyo autor puede presumir de estremecedora juventud a la luz de sus versos aunque su dni se chive de que sus lustros de lustres ilustres años van más allá de la docena con ganas.
El libro en cuestión es “Sutiles territorios de memoria” (Ediciones Vitruvio, 2017, número 628 de la colección Baños del Carmen, que se dice pronto. Algún homenaje ya habría que hacer a su muñidor, Pablo Méndez, que tanto hace por la salud poética de este país). Su autor, el poeta Manuel Cortijo Cieza (Plasencia, Cáceres, autor de los libros De un pájaro de amor que anidó primavera al oriente de Capadocia, Romanza del halcón y el agua, Alba espuma y Hazversidades Poéticas).
El libro es uno de los más importantes del año sin duda y me atrevería a decir de la década. Es metáfora en estado puro. Esto es, en él la verdadera ars poética late en cada una de sus letras. Libro integralmente (salvo en poemas de las páginas 23 y 43) de poemas encabalgados: recurso innovador y acertadísimo, para nada gratuito y por llamar la atención sino que expresa de exacta manera formal ese territorio sin fronteras que es la memoria, objeto concreto de este texto.
Ahora os voy a pedir que confiéis ciegamente en mí y que busquéis este libro si  mucho más sesudo análisis postergador del goce de su lectura. Porque verdaderamente me resultaría imposible ponerme aquí a hacer un “análisis” de sus versos: por un lado, con mi limitada capacidad, no estaría ni a la altura de lo que se arrastra por no saber elevar la mirada; y por otro lado, allá donde fuera que yo comentara, sería un insulto a la rotunda belleza del mensaje y mensajero de este libro. Eso sí, de él tengo que decir, como de algunos otros pocos, que ha consumido toda la tinta de mi bolígrafo subrayándolo. Entonces ¿cómo honrarlo con palabras importadas o impostadas mías? ¿Cómo no faltar a su respeto y mucha altura citando lugares comunes de diletante filólogo sin título?
Creedme, este impresionante libro sólo se explica y se transmite por sí mismo. Para acercarse a lo que contiene exclusivamente se podría hacer trascribiendo aquí todos y cada uno de sus versos indispensables. ¿O no lo son estos?:
“… como el árbol en su magnificencia
vivo de lo que tengo sepultado”.
En fin, desdiciéndome a mí mismo y simplemente para lanzar el anzuelo para vuestros líricos apetitos, vayan aquí unos versos:
HAY UN LUGAR
“… Soy roca, sangre, agua,
brújula marcando hacia nostalgia…
… Sucede que te busco
náufrago de mí, anhelo de mi patria,
terrenal bastión de cielo.
Temprano sin ayuda te ocultaste, madre,
apuntalé los ojos para verte,
dispuse las pupilas para asirte
pero el dolor de crecer sin contigo,
inundó el calendario sin ti.
La vida se  me hizo árbol de piedra
hojas perennes de piedra los días
ramas perennes de piedra los años…”

VIVIR A DIARIO
“Aún ganando latitud a la locura,
agota vivir a diario…
… asear la conciencia,
inventariar las heridas.
Agota enfrentarse al desafío
continuo de imaginarlo todo,
mentirse a cada instante,
navegar enemigo del monzón
en un mar a la deriva.
Mejor que este vivir a diario
es morir prematuramente,
desoír la respuesta oficial,
predicar la palabra “no”,
desvanecerse en la letra minúscula.
Hoy…
… me crucifico a tu nombre para siempre”.

HAY UN NIÑO QUE MIRA
“… Tenía siete años,
me enseñaron el miedo y sus preceptos,
pronto aprendí a sostenerme
sin la ayuda de largos dictados,
me usurparon
los besos maternales por decreto,
los sueños en bruto,
los cuentos jamás estrenados,
crecí en soledad.
Y ocurrió que mataron al Hombre,
modélico en clase forjaron a Dios,
instauraron los rezos, las calles prohibidas,
la amenaza extraterrestre
del pecado en versión original…”.

En conclusión, creo que leer este impresionante libro nos acerca a lo inefable, a lo más bello que en el hombre habita pese a todas las insidias con las que nuestra especie tiene a mal recubrirse.
No tardéis que:
“Como nieve vencida
lento el crepúsculo se entrega…”.


1 comentario:

r. borge dijo...

Me adhiero (me adhierro) a sus ilustres comentarios, querido Capitán. El grumete Cortijo, con el que compartí el gozo y el honor de subir a la nave de los Hazversos gracias a usted, es un VersoHumano incomparable. De su mano la Palabra se agiganta siempre a la caza de Horizontes y Verdades. Me hago copartícipe de sus opiniones, don Jaime. Un fuerte abrazo.