Una vez más, lo que ya se ha convertido en proverbial empecinamiento, viene Gonzalo Sánchez-Terán a sacarme de mi anomia social con la contundencia inmisericorde de sus versos: “Y corrí cual si el Mal tuviera Lindes” (Reino de Cordelia, 2022).
Libro que debería ser de obligada lectura en los colegios, y
no esas vanas banalidades inanes de idiotas que aprendieron a darle con el
dedito a la tecla del teléfono inteligente (ellos no) para separar en líneas
cortitas la nada de sus pseudo-líricas divagaciones.
Autor que debería estar en las grandes Ferias de Libros:
Frankfurt, Guadalajara, Madrid o Barcelona, en vez de tantos mamarrachos
estafadores basílicos, raperas del acné, buscadores de taxis cuando llueve y nepotes
conseguidores profesionales de premios exentos de vergüenza y tasas.
Perdón por el desafuero. Pero no puedo dejar de mostrar mi
ira, acólito de Gonzalo, que ahora también deja vislumbrar la cólera en sus
versos: “no habrá compasión para quien
corra / en dirección contraria a los encuentros, / haciendo a los distintos,
desiguales, / no habrá perdón, y ni saber ni fe / serán capaces de absolver su
vida”. Sí, Gonzalo, tras veinte años de infamias, ha saltado del verso
hímnico, al apocalíptico, flamígera espada justiciera en mano, sabedor de que “la propiedad privada no es un robo, / el
robo es que jamás cambie de manos” y que “comprender el mal que habita el mundo / sin partirse la faz contra sus
zarpas / es otra forma de justificarlo”.
Gonzalo, honrado, digno siempre, sin descanso siempre, sin
ampararse cada día en su propio espejo de privilegiado. Laborando para los
otros, los que no tienen brazos ni agua donde tomar las fuerzas. Gonzalo,
reivindicando a la mujer de Lot, porque:
“Si no vuelves la
vista atrás y miras
arder rebaños, casas y
jardines,
el alarido atroz de
tus hermanos
tallados por las
llamas, su dolor,
si no observas el mal
y reconoces
sus huevas en la
singles de la historia,
si evitas contemplar
la desventura
y no recuerdas…
… si tapas los oídos
al espanto
y cercas tu vivac con
alambradas,
cómo, Lot, te
precaverás del fuego
cuando fundes tu
próxima ciudad,
y quién acudirá con
baldes de agua
si el viento trae la
llama a tu tejado,
cómo, di, te
reclamarás persona
si sabes como yo que
quien no es lluvia
es otro palo más sobre
la pira.
Gonzalo: más de veinte años organizando proyectos de
emergencia (el mundo mismo es una perpetua emergencia en algunas latitudes, las
de los desheredados) en campos de refugiados en Guinea Conakry, Liberia, Costa
de Marfil, República Centroafricana, Chad, Dar Sila, Darfur, Etiopía, Somalia.
La imprenta del mundo (Jordania.
Refugiados yemeníes, sirios y somalíes. Noviembre)
Honrad a quienes
lloran sobre tumbas
con nombres de
alfabetos que no entienden,
con símbolos de un
dios en que no creen,
y ciertas son sus
lágrimas saladas
pues fueron hombres
los que allí reposan
por encima de lenguas
y de credos.
Celebrad a quien cuida
de sus árboles
porque son de la
Tierra no por suyos,
y sus ojos son ojos de
los puentes
que salvan el abismo
entre las razas.
Honrad a quien
descifra el firmamento
igual que honramos el
olor a lluvia.
Amad.
Amad a quienes la paz aman
y odiad a quien ama la
paz a costa
de la justicia o de la
paz ajena…
Gonzalo, en vez de aburrir a la existencia con sus
adolescentes desamores habla por los otros, los que no tienen voz, ni tres
comidas al día. Tantos que solo plañen en sus instagrames (yo el primero),
olvidan que se llora mejor por los demás que por uno mismo. Con más elegancia y
gallardía. Claro que para llorar en nombre de los otros hay que salir del
concéntrico ombligo y arriesgarse. Y al parecer eso no se lleva.
Miles de millones de
manantiales (Frontera entre Costa de Marfil y Guinea Conakry. Milicias
armadas. Violencia. Septiembre).
No zarpan los navíos
de los muelles
sino de la imaginación
de un hombre
o una mujer con un
papel y un lápiz.
Todo nace del sueño de
un humano,
del alma prisma
expuesta a la luz blanca
como incienso de
sándalo que ocupa
los almacenes
desabastecidos.
De nosotros.
No hay mano que no pueda
firmar un armisticio.
No es posible
que tomen nuestros pies
cada camino
pero inventamos las
encrucijadas.
Inventamos el libro,
por ahora
la única derrota que
la muerte
ha sufrido en el
cosmos.
De nosotros,
de la rama a la que se
aferra el caos,
parten las fechas
hacia su jornada
y cuanto existe parte
hacia su nombre.
Sin nosotros la vida
no sería
más que existencia.
Solamente tiempo
cumpliendo espacio por
la eternidad
…
Somos el tabernáculo
encendido
donde se ovilla la
belleza en celo,
quienes hacemos con el
Todo un ambos.
No zarpan los navíos
de los muelles,
no brotan las auroras
de la noche,
barcos y auroras nacen
de las manos
que procrean el bien y
los poemas,
nacen de ti y de mí,
hermano mío.
Pero Gonzalo sí, Gonzalo nos arroja las treinta monedas de sus versos dignos repartiéndolos “En las fronteras”, “Personas que caminan”, “El sentido” y “Proemio a las obras completas del mañana” (obras completas, por cierto, que se resiste Gonzalo a dejarme publicar, por una especie de incomprensible pudor de quien cree que está aún por construir su perfección de poeta indispensable).
Sabe Gonzalo que “somos
jaurías o familia somos”, no existen más opciones en este mundo, sí,
binario, donde de una parte campa la Dignidad, de otra el Mal. Por eso, en la
encrucijada (inventada por nosotros, ya lo dice nuestro poeta), hay que optar.
Negarse una vida, y por la otra decidirse. Y él, Gonzalo, lo sabe. Porque ha
estado allí, en todas las encrucijadas del mundo del horizonte de los ojos y
del corazón, él sabe que “más bello fue
vivir creyendo en algo”.
Poemas los de este libro de Gonzalo con referencia solo al
lugar y al mes (apenas uno de ellos incluye el año de redacción), porque en
este mundo en avanzado estado de putrefacción, todos los años se repite la
misma miseria, lo que hace inútil, superflua, la datación Carbono 14 o no mediante.
“Guinea. Campo de tránsito para
refugiados liberianos de Nonah. Marzo”, “De camino a Tezamira. Norte de
Etiopía. Tercer año de sequía”.
O datado en Gbarnga,
en el interior de Liberia, caminando por la ciudad saqueada tras el último ataque
rebelde, su monumental poema Anclas
de corcho: “En el fondo / sabemos que ser
justo es ser extremo…”.
En conclusión, quien se respete a sí mismo, que deje de
escribirnos y colgarnos en estas redes su poema autoplagiado año tras año sobre
su pena propia. Que en su casa escuche la Tercera Sinfonía “de las lamentaciones”
(Opus 36) de Henryk Górecki. Y que corra “cual si el Mal tuviera lindes” a comprar
este libro indispensable para decidirse a amanecer cada mañana. Todavía.
Estrategia de acción
directa.
Los hombres crecen como las ciudades,
alejándose de su
centro histórico,
dejando atrás callejas
bautizadas
por antiguos oficios
de artesanos
para agrandarse en
anchas avenidas
con nombres de
soldados y políticos
hasta
desconocerse en carreteras
anónimas o en
urbanizaciones
uniformes, silentes,
indistintas,
y crecen hasta que
entre su ciudad
y la ciudad siguiente
ya no hay campo.
Así crecen los
hombres.
Y también crecen como
las iglesias,
traicionando el
mandato de su origen
-la verdad, el amor y
la justicia,
partir los panes al
caer la tarde-
para alzar templos
como fortalezas
donde juntar el oro de
sus fieles
y convocar milicias
que lo guarden,
besando el manto y
acatando el orden
de quienes
persiguieron a su apóstol,
hasta reconocerse
solamente
en el temor a las
demás iglesias.
También así crecen los
hombres.
Yo quisiera crecer
como el olivo,
la encina, el fresno,
el álamo, la higuera,
que no saben en qué
país arraigan
ni buscan otra plata
que la lluvia,
protegen aves, y hallan
su grandeza
no creciendo más, sino
siendo bosques.
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