Vi anoche “Las furias”, película
escrita y dirigida por Miguel del Arco, con un deslumbrante cartel de actrices
y actores. Y un plantel de profesionales extraordinario. La música de Arnau Vilà impecable. ¿Es posible que una
obra maestra como ésta pase desapercibida en España? ¿Y que siga triunfando lo
soez, el chiste fácil, la mediocridad; o también lo pretencioso, banal y
pedante?
La película me parece una de las
grandes de la historia del cine de este país en cuarto menguante desde hace
siglos. Diálogos aparentemente sencillos (que venga otro a escribirlos si sabe)
con una carga de profundidad en cada una de sus palabras de esas que te dejan
noqueado unos segundos después, cuando asumes la hondura de lo dicho. Diálogos
alejados de la rimbombancia inane en la que tan a menudo caen los que apenas
son capaces del relumbrón de la fachada tras la cual no se sostiene edificio alguno
de emoción y de conocimiento de la naturaleza humana. Narración, relato, que
tomando el arquetipo, que es la recurrencia natural de la vida humana, compone
una alegoría de la existencia real, palpable, verdaderamente sabia.
Leo pasadas críticas, en general elogiosas
pero tibias. Y alguna de antología del disparate, del típico “pobre hombre
quiero y no puedo”: "Sobre el papel,
elementos más que suficientes para que 'Las furias' funcione. Pero algo pasa y
el juguete nace averiado. (...) las piezas no acaban de encajar y el exceso
acaba por devorar a la intensidad. (...) Puntuación: ★★ (sobre 5)"… En fin, también algunos críticos de
nombre hoy afortunadamente olvidado pusieron a caldo muchas de las películas de
Willy Wilder…
“La primera película” de Miguel del Arco, dicen los títulos de
crédito… Que Don Bosco, santo patrono del cine, asista a tantos como reman las
procelosas aguas de la mediocridad cinematográfica patria de dislate en
dislate, solo con el dudoso refrendo de la taquilla, julietas y noches boreales
mediante. En todas partes cuecen habas: cualquier novela bestseller, ramplona y
simplicissimus; cualquier tonadilla sol-do-fa de penoso cantautor o clónico grupo pop; cualquier cuadro previsible
y mononeuronal; multiplican por “ene” la “taquilla” de las grandes obras de la literatura,
la música, la escultura… contemporánea actual.
Pero cuando entre tanta oscuridad
nos llega, aunque sea por casualidad, el mínimo destello del talento, el
crecimiento que se opera en nuestro espíritu hace merecer tanta travesía del desierto,
tanto desconsuelo…
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