Menos mal que en esta ocasión apenas hemos tenido que
aguardar diez años, los que median entre que Fernando Sanz Félez escribiera una
de las mejores novelas del siglo XXI español, y que algunos tuviéramos no solo
el privilegio de leerla sino de publicarla.
En efecto, “Las calles del perro cojo” (ediciones Evohé, https://bit.ly/2UIXJKx) es una novela de
esas, muy pocas, con las que a uno le vuelve arrebatado el gusto por la
narrativa, después de haberse refugiado en el ensayo huyendo de tanta mediocridad
novelística contemporánea.
La forma de narrar y el contenido de la propia historia de Fernando
son absolutamente extraordinarios. Y se lee de un tirón, con esa facilidad con
la que solo los verdaderos maestros saben urdir párrafos de una dificultad que
muy pocos son capaces de afrontar como escritores. Así, como si nada. Igual que
las piruetas del trapecista parece que las haría cualquiera… Ya, ya...
cualquiera…
No voy a desvelar el contenido de la novela para mayor
disfrute de los que se decidan a poner a un lado tanta tontuna y entregarse al
placer absoluto de esta historia de historias en la que la descripción de los
personajes (la más perfecta descripción que yo recuerdo en años), no se hace
mediante adjetivos y retratos, sino escogiendo con inigualable ojo las experiencias
esenciales de una persona imbricándolas desde el pasado en el presente.
Componiendo así la verdadera personalidad de los protagonistas, personalidad que
reside en contar que sea alto o bajo, rubio o moreno, ni en relatar de pé a pá
las vicisitudes de su existencia pretérita y actual, sino precisamente en saber
escoger las claves, sencillas o complejas, de un ser para hacérnoslo
identificable claramente y que sea imposible confundirlo ya con nadie.
En fin, hay novelas que a uno lo noquean, como “Viaje al fin
de la noche” de Celine… Ésta no dejará indiferente a ningún lector. Y nos causa
envidia y sonrojo a más de uno de los que nos la damos de escritores. Ya, ya…
escritores…
Eso sí, como “las perfección es fascista”, que dijo aquel,
tendré que señalar un error garrafal de esta imprescindible novela de Fernando
Sanz Félez. Es insoportable el hecho de que solo tenga 224 páginas cuando uno
habría deseado disfrutar de ella en un millar de resmas… Esperemos a la
siguiente con quijotesca expectación.
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