Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

31 octubre 2012

Galdós viajero en El Periscopio

Queridos amigos:

Periscopio-Evohé volvemos a la carga, ahora publicando la primera recopilación integral de los textos de viajes (por Europa y España), “Viajes de un desmemoriado”, de don Benito Pérez Galdós, incluyendo además algunas cartas a su amigo Clarín y un extraordinario prólogo de Germán Gullón. Un libro delicioso en el que el humor y la perspicacia  de nuestro inmortal autor (al final de esta entrada, tras la imagen de la Invitación, os pongo un pequeño texto de regalo) brillan con luz propia. Un libro en el que, junto a sus sagaces reflexiones, además podréis encontrar algunos pasajes que fueron fuente de inspiración, sobre todo, de sus Episodios Nacionales.

La presentación del libro será el próximo martes 6 de noviembre a las 1930 horas en el Café Comercial y contaremos con la participación de lujo de dos de los mayores expertos en Galdós, Germán Gullón y Rosa Amor del Olmo.

Os esperamos


Pocos atractivos ofrecen Unquera y su parador de Blanchard, donde un francés industrioso da de comer a los pasajeros que frecuentan aquel Camino. El parador, dicho sea en honor de la verdad, tiene tan marcado y patente su parentesco con las antiguas ventas, que no es necesario preguntarle su abolengo. Sólo en la cocina se echa de ver que anda por allí la mano de un francés, no tan só1o por los nombres exóticos de los platos, sino porque gran parte de lo que allí es servido se puede comer y aun resultar sabrosísimo al sentido del gusto, mayormente si éste no ha tenido gran cosa que hacer desde Comillas.

Pero lo característico del establecimiento Blanchard es el ruido, que ofrece allí todas las variedades y clases diversas de lo sonante, en tales términos, que la humana oreja no tiene nada que desear. El que haya pernoctado en Unquera lo ha oído todo, porque los techos, los pisos, los tabiques, la escalera del frágil mesón, han sido hechos con habilidad suma para que ni el más leve rumor se escape. Como no es posible admitir que ningún nacido haya logrado conciliar el sueño a orillas del Deva, puede suponerse de qué modo retumbara en el cerebro del viajero dormido aquel horrísono estrépito de coches, el pisar de las fatigadas caballerías, la charla de los pasajeros que entran y salen, y el incesante ladrido de todos los perros del mundo congregados en las inmediaciones.

El solícito arquitecto, ansioso de que su obra no dejase nada que desear, debió tomar todas las precauciones para evitar que algún viajero sibarita se entregase a los nefandos deleites del sueño. Atento a realizar su humanitario plan, dispuso que debajo de los dormitorios estuviese la tienda de comestibles y cantina, donde debían congregarse los mayorales y trajineros para hacer sus libaciones. Gracias a esto, cuando alguno de esos holgazanes que viajan por puro gusto de viajar, se mete entre las sábanas y pide a la almohada un poco de reposo, se ve de súbito sorprendido por chispeantes diálogos, por galanas disputas, por apóstrofes y blasfemias de aquellas que levantan ampollas, y adquiere preciosas noticias sobre mil asuntos que algún día podrán serle de gran utilidad.

Muchos viajeros, y entre estos hube de contarme, se dan a todos los demonios, y hasta sostienen que aquello no es teatro, sino morada de hombres cansados que anhelan la soledad y el silencio.

Todo en el mundo tiene remedio, hasta los insoportables ruidos de Unquera; y nosotros adoptamos uno eficacísimo, que consistió en despedirnos del parador, tomando al despuntar de un nebuloso día el camino de Peña Mellera, remontando el Deva.

                                                                            (De “Cuarenta leguas por Cantabria”)

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