Queridos
amigos, los extraordinarios dibujos y fotografías de Marta Muñoz Cuesta,
Marmotarroja, salen publicados este viernes, acompañados de ocho poemas del
Alejandre. Todo ello en el libro "Vértigo cotidiano".
Como si de
una tormenta perfecta se tratara, se publican en la nueva andadura de Los
Conjurados, colección de la editorial Polibea que ahora se llama El
Levitador, en clara referencia a ese lujo de la humanidad que fue Rafael
Pérez Estrada.
La desmesura
de la amistad la pone, no sólo Juanjo Martín Ramos, editor y milagro
“antropoilógico”,sino Rafael Borge con un prólogo que rezuma cariño en
tiempos de envidias y tribulación. Un raro, ya se sabe.
El libro se
presenta a las 20:00 horas este viernes día 15, en el Ateneo. Entrada
libre, por supuesto.
Nos
encantaría contar con vosotros para que los dibujos de Marta y mis poemas se
puedan refugiar de las inclemencias de las horas en vuestros anaqueles...
Nos vemos.
¿Empequeñecido ante la
impudorosa foto de los anillos de Saturno?
Júrame entonces que no has visto a un viejo
hurgando en papeleras
de la resplandeciente ciudad en la que
habitas,
la asepsia de las cosas que le suceden
siempre a otro,
la profundidad de la patera que ya no
arruina
con sus ahogadas parturientas la siesta
familiar del bronceado.
Pero si vuelves a buscar la dignidad, tú
ven. Después de todo
ni siquiera yo soy tan difícil de encontrar,
aunque todo el mundo tiene su particular
manera de ser culpable.
Y yo te resarciré del mejor modo que pueda
por tu amor,
por la obstinada forma en que callas como
exilio.
Y como todo el mundo tiene su particular
manera de ser culpable,
los compositores surrealistas aceleran el
estrés
con sus estridencias monofónicas y absurdas;
los políticos aceleran el apocalipsis en su
lucha
escatológica por conseguir poderes
temporales;
los intelectuales aceleran la angustia en la
palabra
y la invención semántica de náuseas y de
vértigos;
nosotros mismos aceleramos nuestra mente y
nuestro amor
para no acabar siendo ni nosotros mismos.
Mientras uno invoca a Dios y otro al
silencio.
Todos, también, tenemos nuestra particular
costumbre de escondernos,
reconociendo mártires por doquier y vidas
inexistentes
programadas en libros escritos en media
semana y que son
fulgurantes best-sellers y fulgurantes best-forgetters,
la excusa cotidiana justa y necesaria para
cegarnos
ante el insulto de la vida de los otros. Y
la nuestra.
Yo me río de la infalible hipocresía,
y del paisaje exacto de tu cerebro y el mío,
aunque sé que ellos pueden refugiarse
en sus paraísos transgénicos fiscales
y yo tan sólo en ti, tan solo en ti,
por un flujo de semen, no de capitales,
que recorre tu cuerpo frágil sin visados.
Y en mi wagon-lit no encuentro siquiera
la manera de acostumbrarme a las
interferencias
que produce tu amor sobre mi espanto,
ciertas hambrunas y alguna otra
impertinencia…
Pero no es lo más importante que volvieses
empapada hasta los huesos, casi desfallecida
de andar,
sino que entraste contenta, como si la
lluvia, simplemente,
te hubiese hecho el amor. Entonces sí,
me empequeñeciste, y no lloré.
Puse música, apagué la luz y comencé
a secarte los pies con los cabellos.
Calenté tus manos, grité y todos
los espejos de la casa se quebraron
cuando aun así tú no me oíste:
¡Todo el mundo tiene su
particular manera de ser culpable!
¡Todos los hombres
tenemos nuestra forma de traicionar y ser cobardes!
Esta es la mía.
2 comentarios:
Que lástima no poder estar, el más inoportuno de los viajes me lo impedirá. Pero me faltara tiempo a mi regreso para hacerme con esa maravilla. Que lo disfrutéis mucho. Abrazos.
Esperamos estar aunque sea un poco tarde.
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