Gonzalo Sánchez-Terán, poeta, hombre
imprescindible, ¿dónde estás? ¿Para cuándo otro libro tuyo cargado de esa humanidad
sin concesiones tuya? En el dolor y el estupor diario de Niza, Alepo, Nairobi…
te necesito para recuperar la fe en la bondad, la esperanza en el porvenir.
Comparto, entonces, aquí lo que escribí
de ti hace unos años (en 2011) y trascribo varios poemas tuyos, para recuperar
el aliento.
Según Atenodoro “a menudo, el anciano bien entrado en años
no tiene ningún otro argumento por el que pueda probar que ha vivido mucho
excepto la edad”. Nada más lejos tal aseveración del poeta Hazverso Gonzalo
Sánchez-Terán, un hombre
de esos categoría “Pedro”, piedra clave de un edificio, en este caso el de la
dignidad humana. Un hombre que, en plena civilización de los bonus y las
indemnizaciones millonarias, él ha vivido y vive de hacer vivir. No había
cumplido los veinte años y ya había trabajado cinco en el Centro de
Rehabilitación para Toxicómanos Proyecto Hombre en España y en cárceles para el
Centro de Atención a Menores en riesgo social de Chile. Unos pocos años después
había desarrollado proyectos educativos en Ecuador y Perú y colaborado con
Cáritas, Intermón, o Manos Unidas, ONG’s de esas como Amnistía Internacional, que al paso que vamos acabará
llamándose Amnesia Internacional. Además dirigió la Fundación Alberto Hurtado
financiando obras sociales en África y Latinoamérica y en sus ratos libres
trabajó como obrero en una fábrica de Soria y como vendedor de teléfonos
interactivos. Y todo esto antes de cumplir los treinta.
Pero como lo suyo no eran en absoluto las
intenciones sino las “obras-son-amores”, los últimos diez años Gonzalo los ha
pasado organizando campamentos de refugiados en Liberia, Chad, Costa de Marfil,
Guinea Conakry y una retahíla de países africanos de esos que el común de los
mortales no es capaz de ubicar en un mapa porque son territorios a la deriva
que los que vivimos aquí, en el norte del norte, hacemos como que ignoramos
para evitarnos la vergüenza que nos proclaman.
Así, el fervor que me provocan sus poemas
creo que es porque Gonzalo es un poeta que no pretende nada. Sólo decir. Poeta
que sabe que la emoción es un estado del
espíritu, no un estado financiero; jamás un estado de gracia sino de desgracia;
nunca un estado de fama sino de necesidad.
Poeta que exige
que no se humille su piel con el agua tibia, que prefiere, para saberse vivo,
que le calcinen la cara hasta la cruz, aunque sepa ya que tanta sinceridad no le
tiene deparado otra cosa en este mundo que el ostracismo, el del tipo que,
mientras las gotas caen ya sobre sus ojos, se queda aullando, arañando las
tablas del casco del Arca de Noé como una bestia que olvidaron,
intencionadamente, fuera.
Dijo hace 4.000 años el Poema de
Gilgamesh: “Quien ha visto el fondo de
las cosas y de la tierra, y todo lo ha vivido para enseñarlo a otros, propagará
su experiencia para el bien de cada uno”. Resume a la perfección esta
tabilla cuneiforme aquí transcrita lo que significa Gonzalo Sánchez-Terán. Un
hombre de una inabarcable pieza que conoce el espanto de tacto y no de oídas.
Toda su vida enfrentado al horror de los hombres, se ha grabado en sus ojos el
fuego de la inmortalidad que él además sabe transcribir en versos capaces de
desbaratar nuestros fingimientos de hombres prudentes, razonables,
asépticamente espantados de las vesanias de nuestro mundo.
Lo dicho, en estos tiempos de
tanto vacío, tanta pose, encontrar a un poeta que ha vivido experiencias más
profundas que coger un taxi un día de lluvia o confesar su inutilidad para
aprender inglés, un poeta que ha vivido y tiene algo que decir y va y lo dice
es una suerte de raro milagro inmerecido.
Así, en el bochorno de la atonía
cultural reinante se incorporan hímnicamente para sacarnos del letargo los
poemas imprescindibles de Gonzalo Sánchez-Terán. Llamado a ser el referente de
la poesía que demanda nuestro tiempo de indignación, poesía imperecedera para
aquellos que quieren implicarse en la vida hasta sangrar; aquellos que –y cito versos suyos- ayudan a que Dios derribe con las manos su mayúscula; los que rezan
para que ese mismo dios haya creado al dios que nos creó (sin fe ni fuerza) y
pueda castigarlo como merece; los que lloran a los vencedores porque ya los
amenaza la derrota; los que mienten para no engañar; los que sabiendo que no
hay luz no fabrican, sin embargo, sombra; los que a pesar de todo insisten en
la vida, centinelas en pie, levantada la espada contra nadie.
No muchos serán dignos de que
entren en su casa estos versos sin concesiones. Yo no lo soy. Por eso los leo,
los releo, los declamo y los aprendo de memoria. Y mendigo tirado en la calle
esperando al fin un día derrotar envidia, miedo y cobardía y seguir los pasos
de éste que es Gonzalo Sánchez-Terán, quien
revela del mar y el cielo lo que ni el cielo ni la mar conocen.
EPITAFIO DEL INMORTAL
Campo de desplazados de Salala, Liberia. Abril
Más
bello fue vivir creyendo en algo.
Más albo fue ser cónsul de la luz
en
la boca del lobo, hacer carreras
de
sacos sobre campos
minados, o acechando a la ceniza
liderar un retén de semilleros.
Valió
más descender de la montaña
al
frente de una turba de insurrectos
contra
la hueste de los victoriosos
que
ser otro soldado uniformado
tras
la bandera de un señor sin causa.
Más
alto fue vivir en los abismos.
Fue
sacro y doloroso no esquivarme,
descarnarme
los dedos escalando
todos
los ocho miles de mi alma,
hacer
el ángel sobre un mar de cactus.
No
incliné la cabeza ante los tronos,
ante
los grandes y sus falsos dioses,
incliné
solamente la cabeza
para
lamer el clítoris del mundo
por
eso a veces escucháis el trueno.
Fue
más hermoso no otorgar callando.
Un
minero de azúcar en la entraña
de una mina de sal soy, mi apariencia
es la de todo, mas mi esencia es única,
mis cometidos son irremplazables.
No
es el tiempo el mecenas de mi vida,
es
la luz. No pongáis entre paréntesis
las
fechas de mi paso por la tierra,
ponedlas
entre exclamaciones.
Fue
más bello vivir creyendo en algo
y
hollar el labio del despeñadero
mirando
el vuelo de las aves libres.
PALABRAS A LOS PUEBLOS DEL NORTE AL ALEJARME
Miraos,
saciados de pavor y niebla,
vacía
vuestra silla en el banquete
de la belleza, destrozando atriles,
avanzáis alma adentro con las manos
por
delante, miraos, guardando luto
por
lo imperecedero, desleídos.
Capacidad
para el trabajo os dan
mas
no capacidad de sufrimiento
por
eso tenéis éxito y sois tristes.
Os
doy la espalda. Desgoznáis los días
como
una infantería en desbandada
sobre
espejos tendidos hacia el cielo,
artillados
los labios, apilando
cerrojos
en las aras de la entrega,
como
si el hombre fuera el animal
que
nace, crece, se divide y muere.
Sois
siameses del mundo y bostezáis
mientras
él se abalanza al precipicio.
Fatuos, imbéciles, os doy la espalda.
Pero
no os doy la espalda como el niño
castigado
de cara a la pared
por
mirar a través de la ventana,
ni
como el fugitivo que en la noche,
mientras
ladran furiosos los mastines,
deja
atrás su país, no os doy la espalda
para
que no podáis verme llorar,
os
la doy como el director de orquesta
que
hace silencio al levantar los brazos
para
heñir de belleza los abismos.
Mirad
mis manos, van a amanecer.
EL AMO CONTEMPLA SU
HEREDAD
Arrozales
de Kolouma, selva de Guinea. Septiembre
Poseo
el incunable del futuro,
las sogas
de la aurora, mis palabras
son
guerreros de vidrio abalanzándose
contra
tropas de lava que reculan.
Hay
más patrias que tierras emergidas.
Soy
el banco de semen de la Nada.
Poseo
la verdad.
Poseo el musgo
que
crecerá en la lápida del tiempo.
La
bala con que me abriré la sien
será
el pistoletazo de salida
para
la maratón de la Era Clara.
Poseo
minas de fulgor, la hebilla
de
los contrarios y poseo el látigo
de
las bestias de tiro del vacío.
La
caída ha caído en las alturas.
Poseo
el arcabuz de lo callado.
El
oro es vuestro cómitre, yo floto
mecido
por las olas en mi barca.
Poseo
vínculos, milagros, causas,
poseo
las preguntas del Examen
y
golosinas que le doy al miedo.
Miradme,
soy el confesor de Dios.
Poseo
la ballesta del origen
y
han pintado en mi pecho su diana.
Tumbado
boca abajo miro el cielo,
de
cara a la pared el horizonte,
encapuchado
el sol. Me pertenecen.
Porque
yo no poseo lo que tengo,
poseo
lo que es mío.
TODO
ESTÁ POR DECIDIR
Abrazado a la
rótula del tiempo
que corre
sobre espinos ululando
canta,
hermano, al oído de la vida
el fulgor
quebradizo de tu alma
que no
perecerá como los soles.
O sé el
forzudo destorciendo esvásticas,
mas no
asistas al paso de los días
oculto tras
la falda de tu ausencia,
pensando,
adónde irán, hacia qué luchas.
Creces desde
la encía de la luz
contra el
caparazón de lo imposible,
igual que un
ariete de cerámica
embistiendo
los cerros del así.
Arrastra,
hermano, escalinata arriba,
como se
arrastra un saco de cemento,
tu caída en
la ciénaga del mundo,
viniste a
hacer de tu espinazo un mástil.
No dobles la
rodilla ante los ídolos
ni ante el
rey, arrodíllate tan sólo
para atar los
cordones de la aurora
o en las
halterofilias de esperanza.
Llegan
oscuras nuevas de las lonjas,
están los
hechos desflorando anhelos
y hay docenas
de ancianos a la puerta
del comedor
social, el siglo es uno.
Descendiendo
por yermos terraplenes
se arraciman
las tribus ateridas
alrededor de
ti, buscando el fuego,
el fulgor
quebradizo de tu alma
que no
perecerá como los soles.
LA
ÚNICA SOLUCIÓN
Yangon,
Myanmar.
Odiad a
quienes odian poco
a quienes aman poco
a quienes
sienten poco.
Odiad a los
que insultan a la muerte
temiéndola y
odiad a los que imploran
clemencia
arrodillados como bichos:
si Dios es
justo tiene que ser malo,
odiad a los
que no hacen daño a nadie
los que no
arrojan piedras contra nada
porque
también protegen al verdugo.
A esos no les
contéis entre los hombres,
no merecen
tener alma: cortádsela.
Ajusticiad a
quienes no despierten
barritando de júbilo o de ira,
matad a quien no
quiera suicidarse
o no sea el
Mesías prometido,
no perdonéis
a aquellos que perdonan
porque
también perdonan al tirano.
Sea el mundo
la cáscara de un fruto
que un
soldado patea calle abajo,
sea este
tiempo el benjamín del Tiempo
si no guarda
fe para ser su padre.
Aullad en la
mamada de la vida
o castradla a bocados brutalmente,
aborreced el
orden como un número
sentado en el
envés del infinito.
Amad como no
ha amado ningún monstruo,
odiad como no
ha odiado ningún ángel,
incendiad el
vivero de los días,
rayad los
cielos hasta que la Nada,
la
inconmovible Nada, abra un párpado.
IDEARIO DEL MAGO
Campos de desplazados de Rutshuru, este del Congo.
Agosto.
No
cambiaré yo el cauce de los siglos,
pero
ved que en mi parte de ribera
los
frutos de los árboles se ofrecen,
venga
de donde venga, a todo ser.
No
encontraréis los labios de la roca
buscándolos,
sólo hallaréis los labios
de la roca besándola. Mi alma
pita
en los aeropuertos y los perros
de
las fronteras ladran al olerla.
No
se puede, lo sé, cambiar el mundo,
únicamente
es dable enamorarlo.
No
cambiaré yo el cauce de los siglos,
mas
si acercáis la faz a este poema
os
secaré las lágrimas, hermanos,
con
la toalla que ha tirado el hombre.
NO
TE TOQUES LA CARA
Braman los
tibios que es venial vivir
y llagado y
feroz, que son los días
como trozos de
cal que se desprenden
de la pared de
un almacén vacío,
circos
tristísimos de enanas blancas,
que quien ama
bracea mar abajo
y huele a hongos
como quien no ama,
que somos
prescindibles y monótonos,
lunas sin vida
de un planeta muerto.
Chillan los
lúcidos que todo es sombra.
Yo vivo en una
casa en lo cimero
de un encinar y
afirmo que los números
se masturban
pensando en las palabras,
amo a una mujer
adehesada
de ojos tan
azules que salpican,
lamo sus genes y
su piel de uvas,
siento sin red,
sin condición, sin mí,
creo en todos
los dioses porque es mucho
más hermoso que
creer en el azar
y la noche, los
tesos y la nieve
saben que soy el
erudito en albas.
Si es en vano la
vida soy en vano.
Si es inútil
querer yo soy inútil.
(De Así en la tierra como en tu cuerpo, 2000)
VIAS
MUERTAS
Como un ángel
lamiéndole las manos
sudadas al
suicida arrepentido
mientras cuenta
una a una las costuras
que se van
desprendiendo lentamente
de la cortina
cuyo cabo agarra,
como la espuma
negra de las olas
que rompen
contra el corazón con algas
de la madre
cerrando los cuadernos
y deshaciendo el
equipaje limpio
del hijo
destrozado en la autopista,
como baja los
ojos el espejo
cuando le mira
el viejo paralítico
que oye al fuego
subiendo los peldaños
de la casa vacía
hacia su cuarto,
como los
campesinos maniatados
con meridianos
de ningún planeta
que en la fosa
común se hacinan rotos
como en vida,
sin una tierra propia,
como el abuelo
mece sin descanso
el llanto
irrefutable de su nieto
que ha nacido
con síndrome de Down,
con esta
oscuridad inmaculada
del insomnio
lijándote las vértebras,
apuntas con la
vida encasquillada
a las invictas
huestes del vacío
mientras los
continentes se retuercen
como peces
sacados de las aguas
y tu dios le
pregunta a sus estatuas
por qué estamos
aquí, corriendo en círculos
como un insecto
al levantar su roca.
(De Desvivirse, 2001)
TABLAJERO
PASEANDO POR EL JARDÍN BOTÁNICO
Dichoso tú que
sabes que no hay luz
y sin embargo no
fabricas sombra
y no eres falso
aunque verdad no existe,
y pese a no
haber Dios no le apedreas,
dichoso tú que
conociendo el polvo
de polvo haces
tus alas y tus flores,
y en la última
celda del abismo
las orugas te
toman por el cielo,
dichoso tú que
sientes que no hay dicha
pero torturas al
dolor riendo,
y donde falta
agua no eres sed,
y no eres hambre
donde el trigo falta.
Herrando están
los cascos de sus yeguas
los cuatro
mayorales de la nada
pero tú
continúas escribiendo
las primeras
palabras de otra Biblia.
Dichoso tú que
no publicas hielo
aunque no
ignoras que te abriga el frío,
y sabedor de que
es inútil todo
juntas tus manos
a las demás manos,
que has perdido
la fe y aun así crees,
que riegas la
ceniza alegremente.
Dichoso tú entre
todos los dichosos
porque la
juventud será un topónimo
sobre tus
labios, y serán los días
en tu lugar como
nadar desnudo
bajo la lluvia
cálida de agosto,
como morir y
despertar de nuevo
más vivo, como
amar y ser amado.
(De Desvivirse, 2001)
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