¿Qué es morir? Cada día lo tengo menos claro.
Si cada vez que veo una gabardina en cualquier parte desde
que era un adolescente pienso en él, en Leonard, en la madrugada de los
insomnios, ¿qué es morir?
Si mis ojos hace años y años retienen la imagen de la “Lady
of the harbour” a la que fui a visitar en su Montreal, ¿qué es morir?
Si mis primeras palabras dichas en francés eran las de la
canción de un Partisano perseguido por los nazis, ¿qué es morir?
Si llevo 38 años escribiendo porque un 19 de enero de 1979
estaba escuchando su LP “Songs of love and hate” y eyaculé mi primer poema,
¿qué es morir?
Si el pabellón de baloncesto junto a La Paz en Madrid sólo enciende
en mi pecho la hondura de una voz insondable que dice: “I came by myself to a
very crowded place; I was looking for someone who had lines in her face”, ¿qué
es morir?
Si camino por mis montañas y mi cabeza tararea “Take this
longing from my tongue…”, ¿qué es morir?
Si da igual los cientos y cientos de hoteles en los que yo haya
estado, todos son siempre y sólo pueden ser el Chelsea hotel, ¿qué es morir?
Morir no es nada. No existe la muerte. No la de los otros, apenas
la propia.
Podría elegir decenas de poemas de sus libros de poesía (“Flores
para Hitler”, “Memorias de un mujeriego”, “Comparemos mitologías”, “La caja de
especias de la tierra”, “La energía de los esclavos”…). Por ejemplo, aquel
brevísimo poema en el que un hombre de madrugada mira en otro rascacielos otra
luz encendida con un hombre mirándole a él mismo, haciéndose las mismas
preguntas… Por ejemplo estos
dos versos:
They locked
up a man who wanted to rule the world.
The fools
they locked up the wrong man.
(Encarcelaron a un hombre que quería gobernar el mundo.
Los muy idiotas encarcelaron al hombre equivocado).
Podría elegir decenas de pasajes de su perturbadora novela “Los
hermosos vencidos”. Por ejemplo: “Yo no creo que un santo pueda disolver el
caos del mundo, ni siquiera para sí mismo, porque hay algo de arrogante y
belicoso en esta concepción de un ser humano poniendo él solo el universo en
orden”.
Podría elegir decenas de canciones. Alguna de ellas las
cantaba en su soledad y en el engaño el protagonista de “Fugu”, mi primera
novela allá por 1986. Algunas otras son la banda sonora de mi existencia más
íntima: Famous blue raincoat o Lady midnight… No sé por qué y sí lo sé, por qué
elijo hoy ésta otra “Seems so long ago, Nancy”. Tal vez porque su armonía es la
del acabamiento. Tal vez,
apócrifamente, porque now I look around you, and see him everywhere. Tal vez
porque he never said he'd wait for us although he was alone…
Termino este dolido comentario trascribiendo el quinto poema
que escribí en toda mi vida, un enero de 1979… Es un pésimo poema pero Cohen ya
estaba citado en él…
Glosando a Leonard Cohen
Pasaste por la vida
como pájaro enjaulado,
pero libre en un principio
de ser (por) todos ultrajado.
Pero lo importante de las cosas
no está en cómo han de salir,
sino en cómo y por qué se han de hacer.
Y, a fin de cuentas,
el pájaro más libre
es aquel que no comparte
con los otros
las injusticias y opresiones
de quienes las viven fuera.
Y quién no, dándose
cuenta del mundo en que vivimos,
no envidiase la suerte
de aquel pájaro enjaulado
o del condenado presidiario?
Porque llegará el día
en que la vida
de los que sufrieron lo indecible
será envidiada tanto como el
más preciado tesoro del rey moro.
Y allí estará presente
tu victoria, Leonard,
la victoria de un hombre
sobre la nada y el hombre,
sobre el mundo y el Universo,
sobre el amor y la amargura,
sobre la sonrisa y el llanto,
cantante minoritario
de mayorías minoritarias.
Y llegará el día en que
el nombre de Leonard Cohen
traiga recuerdo de un hombre
que nació, vivió y murió
para los pájaros enjaulados.
(Madrid, enero, 1979)
Y ahora: Let's sing another song, boys, this one has grown
old and bitter… sí, cantemos ya para Leonard otra canción, que ésta se ha hecho
vieja y amarga…
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