Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

06 junio 2017

Qué entendemos por entender la poesía


Acabo de merendarme con fruición, literalmente de una sentada, uno de los textos más lúcidos que he leído sobre el arte de la poesía. Y de la vida. Lo más sorprendente, tal vez, es que (perdón por la boutade) su autor es un extraordinario poeta, Alberto Cubero. Su libro “Qué entendemos por entender la poesía” (Escolar y mayo editores) tiene un título carveriano (Raymond) pero, mejor que eso, tiene un contenido bergeriano (John), a la altura de ese sideral vuelo de “Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos”.
Por empezar por las dos principales pegas del ensayo de Cubero, aunque parezcan un oxímoron son, por un lado que es demasiado corto y uno querría devorar otras cien páginas; por otro lado que no es libro que se pueda comprar sin más uno, pues hay que hacerlo adquiriendo al menos dos bolígrafos. De tanto subrayar sus hallazgos y sabidurías consumiréis la tinta que le echéis.
Y ahora vayamos a sus aciertos: que lo son todos. Así, el libro es tan magnífico que hasta su prólogo, eso demasiado a menudo prescindible al principio de un libro, es en este caso esencial. Lo firma Antonio Méndez Rubio. Impagable.
Del texto en sí de Alberto Cubero me parecería presuntuoso decir nada pretendiendo acotar sus palabras, pues son cardinales. No sólo respecto al hecho poético sino respecto al ser enfrentado a su propia conciencia de hombre, a la psique y el uso del lenguaje, o respecto a la posición, ética o antiética, que adoptamos ante la realidad. “Un poema que se precie de serlo trata de todo y de nada. Ahonda en la condición humana, en la existencia, en su misterio, en las conexiones entre el sujeto y su interior y entre el sujeto y lo que le rodea…”, nos ilumina Alberto Cubero.
Por ello este ensayo, con mis comentarios, sólo perdería la fuerza, alcance e fluorescencia que porta en sí mismo. Baste saber que sus capítulos son, por ejemplo “La banalización de la poesía”, “El miedo y la pereza de espíritu”…
En definitiva sólo me atrevo a incitaros a leer este libro. Dejaos traspasar con sus verdades, sus dudas y certezas, permitíos acoplar sus palabras a vuestro propio andar de poetas. Si sois verdaderos poetas creceréis en vosotros mismos. Si sois aprendices, se os desvelarán los tesoros del lenguaje en verso. Pero si sois meras falsificaciones de poetas, os sentiréis en seguida señalados por la inclemente flamígera que os expulsa del inmerecido Paraíso en el que pretendéis vivir de okupas sin autenticidad.
“… Una carrera en pos de quimeras que prometen la conquista del absoluto, un intento de escape del vacío, la falacia de rellenarlo con la acumulación material… Sólo un sujeto lastrado de carencias espirituales necesita sentirse poderoso para ser ‘respetado’ y para, de esta manera, establecer un ilusorio equilibrio en su vida… Solo desde la enfermedad puedo explicarme que alguien renuncie al encuentro con los otros, con el mundo, para caminar por la tela de araña de la acumulación material… Perdido en una vida sin conexión con lo humano, un objeto más entre todos aquellos que apiló y que acabaron destruyéndolo…”.
“Cuando se afronta la escritura del poema, el poeta no sabe con certeza qué está escribiendo. Se trata de un proceso cuántico, aproximativo, de carácter, en buena medida inconsciente… El poeta es abordado… Lo inefable continúa siendo inefable y solo podemos circundar sus bordes. Se puede decir, así, que la tarea del poeta es una derrota: siempre habrá una fractura entre el pálpito, la imagen, la idea, y la palabra que intenta hacerse cargo de ellos… Lo único que podemos afirmar es que hemos escrito una de las infinitas posibilidades que nos brindaba el lenguaje…” (Lo dijo Pessoa: "Todo cuanto hacemos, en el arte o en la vida, es la copia imperfecta de lo que hemos pensado hacer... Todo esfuerzo, cualquiera que sea el fin hacia el que tienda, sufre, al manifestarse, los desvíos que la vida le impone; se convierte en otro esfuerzo, sirve a otros fines, consuma u veces exactamente lo contrario de lo que se pretendía... Lo que pensamos y sentimos es siempre una traducción").
Sigue Cubero: “… difícilmente se conseguirá que el poema logre aproximarse, siquiera mínimamente, a la cuestión de lo inefable partiendo de estructuras previas que respondan a parámetros de razonamiento. Surgirá entonces un lenguaje plano, sin violentación de la palabra, un lenguaje que no constituirá una realidad en sí mismo, sino que será representación de la realidad, de lo ya sabido, y que no abrirá nuevos paisajes emocionales…”. (“Hay escritores –dijo Cortázar- que proyectan escribir un libro y se lo cuentan a usted en detalle, en un café, todo está listo, todo planteado: cuando lo escriben, generalmente es un mal libro”). “…  La mal llamada poesía de la experiencia… habría que denominarla poesía del acontecimiento. De lo que acontece en el afuera, en eso que llamamos realidad y que no es única: hay tantas realidades como sujetos… La experiencia, como nos enseña María Zambrano, se produce en las profundidades del sujeto…”.
“Es el lector quien hace suyo el poema y no el texto el que hace suyo al lector… El poema no es lo que aparece escrito en el papel, sino el rastro que deja en nosotros. El poema es una huella. Una marca que en cada sujeto quedará impregnada de manera distinta…”, nos recuerda, certero, nuestro autor, sabedor de que la verdadera literatura exige esfuerzo al lector y que por eso, tal vez, en esta sociedad de lo inmediato y el facilismo, la poesía es algo a lo que los apresurados no  se atreven.
No os robo más tiempo para que podáis salir a buscar este indispensable texto y cincelároslo en el impulso poético cada uno de vosotros. No sin antes trascribiros la final admonición de Alberto Cubero: “No tenga miedo. Sea valiente… La poesía no es un lugar donde van a parar los cobardes… El poema es uno de los caminos más interesantes y hermosos para abordar el conocimiento de uno mismo. Del mundo. Para que aflore lo no sabido. El misterio… Lea usted poesía, déjese fluir”.


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