Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

22 junio 2019

No hay tres sin cuatro. Y estrambote


Hace apenas una semana navegaba la felicidad de los últimos libros de Ana Montojo, J.M. Barbot y Murdoch Mallako. Y en estos días ha sido la embriagadora continuidad de la dicha de leer obras magistrales, ahora a bordo de un ferrocarril. El del “Diario de Cercanías” de Rafa Mora, ese hombre sin el cual la dignidad del mundo estaría demasiado cariacontecida.
En estos tiempos de clones y artificiales inteligencias que deben suplir la falta de natural agudeza, encontrar escritores que se parecen a ellos mismos y nada más, es proeza que hace abrir tanto los ojos que a veces se desgarran. Pero ahí están los versos y los soliloquios de Rafa Mora para enseñarnos que uno puede ser él mismo y universal y todos. Y siempre para todos.
Su libro (Huerga&Fierro Editores) me parece indispensable, pero sépase, para no aducir engaño luego, que su lectura se resuelve en un agotador (salvífico) ejercicio de pleamar de talento en el que hay que bucear, apnea mediante, entregándose sin mirar por la propia supervivencia. Ahogarse en la belleza, la entereza moral, el compromiso humano de Rafa Mora es lo mejor que puede sucederle a un homínido que aún desee serlo. Y no pretenda seguir sometido a ser máquina, mero objeto parido por influencers de la oligofrenia.
Todo libro, toda obra de verdad auténtica, nos conecta con algún interno paisaje nuestro. Yo he recorrido en el alma estos días la memoria de mi padre epigramista. Nuestro poeta dice que naufragio a naufragio se convirtió al final en su propia brújula. Pero también, amigo, la de muchos otros. La mía, querido autor, sed de paisajes…
No obstante he de reconocer dos plañidos. Uno, la cosa ya empieza molestarme.  Que otros escriban los libros que yo desearía “autorizar”. Y que me gaste tanto pastizal en bolígrafos de colores de los que uso para subrayar versos ajenos y que últimamente se me agotan que no veas… Vale ya, amigos autores y desconocidos escritores, dadme cuartelillo un rato, dejad que me crea útil leyendo solo versos instagrámicos de adolescentes de cuarenta años tan cursis como tarjetas de felicitación…
Por cierto, me ha encantado también, la admonición de género con la que el libro se nos presenta: “texto literario”. Frente a la monomanía de tantos críticos apasionados por la parafilia del estabular los géneros para entenderse ellos mismos, me parece tan acertada la definición del libro de Rafa Mora que creo que pediría que mis “sobras completas” así se apostillen cuando yo falte, si es que merecen el gasto de celulosa. Tampoco sería mal epitafio para poner en mi tumba, pero prefiero mis cenizas esparcidas en una papelera.
En fin, al margen de las inabarcables virtudes literarias de este libro, debo reseñar también el placer de leer la obra de un hombre bueno, de un ser que dignifica el aire, un guerrero que se pone con cada uno de sus versos en el paredón de los humildes, de los ajusticiados justos que no conocieron la justicia, ni a Dios.
En fin, entréguense a la emoción integral de los textos de Rafa Mora (con precioso prólogo de su hermano Juanlu. Mayor sea mi envidia, por cierto, yo, tipo de muy menguante familia), integral emoción. Que no solo hay rebeldía, dolor, lucha, también planea ese humor imprescindible que es amor escrito con hache. Déjense invadir pacíficamente por los inacabables hallazgos que no pretenden epatar al burgués (pero pásmense con el de “Vaivén”, página 21), sino que nos sirven a todos para comprender el mundo en que vivimos y a la mayoría a entender lo que compone nuestro propio espíritu de humanos.
El libro está estructurado en tres partes (“Deshilando horizonte”, “Destejiendo distancias” e “Hilvanando futuros”). Todas indispensables, pero de la primera, estremecedora, no creo que me recupere en mucho tiempo. Elegir una sola muestra me parece la hazaña más complicada para un pobre reseñador que con estas palabras solo pretende hacer profesión de admiración. Todas las páginas las tengo subrayadas (la serie “Aprendizaje” vale por sí misma lo que una parte de la ardida biblioteca de Alejandría; epigramas como “El desamor es un espejo de ambas caras”, contienen más certeza que buena parte de las incomprensibles circunvoluciones de Kant redactadas por él para su propio ditirambo). Pero me someteré a ello, trascribiré aquí unos “textos literarios” de Rafa. Por hacerme la ilusión al teclearlos de que fueran míos. Por darme ese placer que a nadie causa daño…

APRENDIZAJE I
De dios, aprendí a crear sin control de calidad.
Del espantapájaros, a ser respetado siendo uno mismo.
De la luna, que las distancias son relativas.
De la muerte, aprendí a desear la vida.
De los espejos, que el reflejo es un espejo más.
De la oscuridad, que no siempre es la ausencia de luz.
De la rosa, que la belleza también está en la espina.
De la tierra, aprendí a luchar para dar frutos.
Y del ser humano, aprendo que todo lo anterior es humo cuando la duda le invade.

CANCIÓN DE HIEL
Como un dios sin títere al que abandonar.
Como un silencio agazapado en el ruido.
Como la libertad maquillada con sangre.
Como la gota, a punto de caer.
Como la lluvia que descansa en el cristal.
Como un ángel que deserta del paraíso.
Como un verso libre en mitad de un soneto.
Como un poema en plenas fiestas patronales.
Así hay gente que vive,
sin batalla.
Con la luz destemplada y el corazón reiniciando.
Como un pájaro herido que busca el calor de su jaula y confunde el horizonte con el papel pintado de la casa.

APRENDIZ DE GEOMETRIA (APRENDIZAJE IV)
Del círculo, aprendí...

Bueno, éste ya no lo trascribo (solo os apunto que del triángulo aprendió Rafa Mora que el amor es complejo; y ¡tanto!, ya dijo en una novela suya Jorge Franco Ramos: ‘Siempre he pensado que en el amor no hay parejas, ni triángulos amorosos, sino una fila india donde uno quiere al que tiene delante, y éste a su vez al que tiene delante de sí y así sucesivamente, y el que está detrás me quiere a mí y a ése lo quiere el que lo sigue en la fila y así sucesivamente, pero siempre queriendo a quien nos da la espalda. Y al último de la fila no lo quiere nadie’. A lo que un tal Jaime Reis añadió: ‘Y el primero de la fila no quiere a nadie, pero es el único que ve sin obstáculos hacia dónde va’).
No, no trascribo el poema/texto de Rafa Mora, quedaos con las ganas, buscadlo, conseguid el libro, descubríos leyéndolo y sed felices y completos.

[[[Estrambote.
Aunque cada vez queda menos tiempo en la lunática, menguante biografía de uno, qué indescriptible placer las relecturas.
A la luz del homenaje operado hace tres días “contra” Jesús Urceloy, vivito él y coleando, he regresado a su “Diciembre. Noticias desde el yermo”, con el Claro de Luna de Debussy acolchando los pliegues de mis insatisfacciones. Va aquí uno de tantos tesoros del escritor principal, “colúmnico”, de nuestros tiempos que es Urceloy:
LA CASA DEL POETA
El poeta llega a su casa y ve la puerta rota,
ve la puerta que rompe siempre la policía para entrar,
que sangra toda la vida, derribada, siempre,
una puerta que aguanta incendios y galernas, que a menudo sirve
también como asidero los días de diluvio.
El poeta llega a su casa desde la frontera de los inciertos,
un horizonte desposeído,
y entra en su casa, pues el acto de entrar en su casa es salir del mundo, salir de toda posguerra, salir de toda libertad
y entrar en otro concepto de democracia…
El poeta no sale de su casa: entra en el mundo,
no llega a su casa: sale a la plaza
a contar en silencio las astillas,
el voto de los que carecen de lo imprescindible:

De los que dejaron un mechón de pelo, una tira de piel, un rostro desconcertado, un zapato sin pie, un cuerpo sin vida tras el terror y los homenajes.
De los que hallaron la gracias y el sosiego tras una curva peligrosa, en un hoyo, en el tajo, de un tajo, en un trasbordo, en la sucia mentira con distintivo azul.
De los que fueron encontrados en soledad junto a unas bolsas, un muero caído, un canal, del regreso feliz de las vacaciones.
La sangre urgente de los necesitados.
La sangre urgente que regresa a casa]]].







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