El próximo 31 de julio hará 71 años que murió en una acción
de reconocimiento al mando de su avión el escritor Antoine de Saint-Exupéry. Uno de los
pensadores más lúcidos del siglo XX, víctima de esa II Guerra Mundial por la
que los que la desencadenaron activamente y los que miraron para otro lado en
la indiferencia de sus teutones privilegios deberían expiar su culpa ad
aeternum.
Ahora que demasiados en la derecha ideológica y mediática de
esta España que por mitades nos hiela el corazón invocan la Guerra Civil, quiero
traer algunas de sus reflexiones a modo de acicate para que no cejemos en la
empresa de hacer más grande al ser humano frente a las miserias de los ruines…
Reflexiones sobre la Guerra Civil española (“Un sentido a la
vida”, Círculo de Lectores):
“Ése es el milagro de
la especie humana: no existe ni dolor ni pasión que no se irradie y adquiera
una importancia universal…
… en la guerra civil,
la frontera es invisible; pasa por el corazón del hombre… una guerra civil no
es una guerra, es una enfermedad… esta lucha no consiste en expulsar a un
enemigo del territorio, sino curar un mal. E n una guerra civil uno lucha
contra sí mismo. Y por esta razón, sin duda, esta guerra adquiere una forma tan
terrible: se fusila más que se combate… y Franco ha podido pronunciar esta
frase atroz: “¡aquí ya no hay comunistas!”, como si una junta de clasificación
hubiera realizado una selección…
La grandeza del hombre
no reposa sólo en el destino de la especie: cada individuo es un imperio…
Aquí tenemos a un
general que, a la cabeza de sus marroquíes, condena a muchedumbres, con la
conciencia muy tranquila, cual profeta que aplasta un cisma. Aquí se fusila
como quien tala árboles… se ataca al hombre como a un árbol, con lentitud. Él
se mantiene erguido, pero cada golpe se añade a los ya recibidos…
Siempre nos
encontramos con esta contradicción: ¿cómo se puede imponer la inteligencia por
la fuerza, cuando, por definición, la fuerza nada sabe de la inteligencia?...”.
Y un estrambote sacado de “Carta a un rehén” (Círculo de
Lectores), en la que nos recuerda que “si
difiero de ti, lejos de perjudicarte, te enriquezco”:
“¡Respeto al hombre!
¡Respeto al hombre!... Esta es la piedra de toque. Cuando el nazi respeta
exclusivamente a quien se le parece, no respeta nada más que a sí mismo.
Rechaza las contradicciones creadoras, arruina cualquier esperanza de ascensión
y, en lugar del hombre, funda para mil años el robot de un hormiguero. El orden
por el orden castra a l hombre en su poder esencial, el de transformar el mundo
y a sí mismo. La vida crea el orden, pero el orden no crea la vida.
La verdad de mañana se
nutre del error de ayer, y es en las contradicciones que tenemos que superar
donde está el auténtico abono de nuestro crecimiento… La verdad de ayer está
muerta; la de hoy, aún por edificar. No
se vislumbra ninguna síntesis válida y cada uno de nosotros sólo posee una
parcela de la verdad. No pudiendo imponerse por convicción, las religiones
políticas recurren a la violencia…
¡Respeto al hombre!
¡Respeto al hombre!... Si el respeto del hombre se instala en el corazón de los
hombres, los hombres, consecuentemente, terminarán por fundar el sistema
social, político y económico que consagre tal respeto. En primer lugar, una
civilización se funda en la substancia. Se inicia en el hombre cuando, ciego,
anhela recibir un poco de calor. Después, el hombre, de error en error, halla
por fin el camino que conduce al fuego…”.
(Dedicado a Montse Morata, verdadera experta en Saint-Exupéry. Quien quiera saber, que lea su tesis y sus artículos).
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