A no ser que esto no sea sino la señal inequívoca de que el
aburrimiento, aliado con supina ignorancia, se enseñorea ya de los albores de
la extinción de la especie, polo norte magnético a la deriva mediante.
Quien solo se lee a sí mismo y solo consigo mora no es lo
malo que se masturbe sexualmente a diario sino que lo haga intelectualmente y
se crea a la vanguardia sin haber leído, verbi gratia, al Marqués de Sade
(quien hoy en día recibiría una buena ratahíla, digo retahíla, de denuncias de
abogados cristianos y fundamentalistas islamistas, dado que en no pocas de las
páginas que se atrevió a escribir colgaba con donosura sus “Me cago en Dios”.
Pero seguro que el mal buen marqués nunca fue capaz de tamaña hazaña como
pajearse y versearse a diario).
Visión 2 del mundo este: mientras la antecitada personajilla
se da gusto inguinal y versifica a un tiempo, convertida en arquetipo de cierto
páramo literario actual triunfante y tunante, otra persona que conozco, y que
al parecer no tiene tanto tiempo para aburrirse y ombliguearse con fruición, me comunica que está muy contenta allá donde
vive. Porque ha dado positivo en coranavirus. Y la han confinado en un hotel.
¿Su contento? Que durante el tiempo que deba estar aislada tendrá baño propio y
para ella sola.
Mira tú, esta conocida mía ahora también podrá hacerse, por
fin con intimidad, su diaria paja. Y lo mismo le alcanza incluso para escribir
un poema para la inclusa. Confiemos que no, que todo quede en privativa autosatisfacción sin
espectadores ni lectores (y no en privada ídem, la de la otra, pero privada, entiéndase, de
la mínima sesera y discernimiento). Confiemos que esta buena mujer amiga mía,
gracias a sus interminables jornadas laborales no haya tenido tiempo de hastiarse
del mundo y ahora en su encierro, además de baño propio, tenga una televisión y puede
dedicarse a ver documentales de Netflix sobre la inquietante evolución del cerebro humano y
no a dar el espectáculo o por especta-culo al resto de humanos.
Colofón de las Perspectivas del mundo este (y oeste): "…
En el mundo del arte, dicha metodología es ya un clásico. Los artistas más
mediocres o irrelevantes, aquellos que en realidad no tienen nada que decir,
recurren sistemáticamente a la provocación como forma de ocultar la ausencia
sustancial de cualquier mensaje. Con ello, al tiempo que se suple la evidencia
de una carencia de contenidos efectivos, se pueden alcanzar los célebres 15
minutos de gloria a los que, según Andy Warhol, tendría derecho todo el mundo"
(Manuel Ruiz Zamora).
Amén.
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